jueves, 17 de septiembre de 2009

Capítulo Tres. Breve encuentro en la taberna de Calixto

Jimena había tenido, paseando por las nuevas calles, la sensación de libertad que tanto anhelaba en España; era una oportunidad para empezar de cero, para ser ella misma, para olvidar todo lo que había rodeado su vida y de alguna forma le había marcado involuntariamente. Sus manos no dejaban de apretar contra su cuerpo el hatillo que aún la ataba a su pasado, aquello que la ligaba a alguien del que hacía mucho no sabía nada.

Mientras caminaba por las calles del puerto, observaba el trajín que se traían unos y otros, los pescadores que retornaban del muelle tras pasar el día (quizás parte de la noche) en la mar, los amanuenses que retornaban del Ayuntamiento después de servir a la Corona bajo las órdenes del Duque,gobernador de la Ciudad y las viejas que retornaban a sus casas luego de espiar sus culpas en los confesionarios de la iglesia. Todos danzaban al ritmo que la ciudad marcaba y que el Duque, alejado del mundo terrenal, orquestaba.

Llevaba ya unos días en San Camilo pero hasta esa tarde no había tenido la ocasión de perderse en sus calles. Quiso luego refugiar su soledad en algún lugar donde no pudiera ser descubierta y decidió apurar unas aguas en la cantina de Calixto. Mitad poeta, mitad bodeguero; lector incansable de novelas y creador de versos en sus ratos libres, Calixto tenía fama de tener en su bodega los mejores tintos de toda la región.

Su taberna estaba ubicada bajo el arco del único puente que había en San Camilo, un puente tan requerido como olvidado. Era tránsito obligado de los comerciantes e indios que llegaban a San Camilo desde el norte trayendo todo tipo de noticias y mercancías de los poblados aledaños; sin embargo la Corona lo había descuidado privilegiando el comercio marítimo, actividad neurálgica de su amenazado monopolio, que había terminado enriqueciendo en San Camilo a una élite de inescrupulosos comerciantes y políticos y al otro lado del océano a una reducida legión de acaudalados mercaderes de Cádiz.

En la cantina de Calixto recalaban los excluidos, proscritos, mujeres de mal vivir, borrachos sin cura, poetas, enfermos de amor, loquitas suicidas que regalaban sus penas a quienes quisieran escucharlas.

Eran pocas las mujeres de bien que se acercaban a aquel antro; Jimena había valorado las opciones, los pros y los contras de ingresar a semejante lugar pero con todo y con eso suponía para ella más peligro el acercarse a una de las cantinas del puerto o del mismo San Camilo ya que eso significaba el riesgo de captar la atención de aquellas miradas que venían siguiendo sus pasos desde que arribase a puerto.

No podía evitar sentirse nerviosa. Había pasado días evitando cualquier encuentro que dejara traslucir su acento hispano ante los lugareños. Amparada en la saya de la que había hecho su disfraz, abrió la puerta y se sentó en la primera mesa que le cerró el paso.

Inundaba el ambiente un meloso vals ejecutado por las raquíticas manos de una ciega que le echaba sobre un antiguo y gastado órgano en un rincón próximo a la barra. La música sensual, la escasa luz, el licor, la transportaron hacia el ensueño del viejo continente donde seguramente la esperaban los mismos brazos, los mismos rostros, los mismos labios de una vida que ya no estaba dispuesta a seguir viviendo.

El olor del mar en cambio, el misterio que rodeaba San Camilo y la fábula sobre la que se había levantado el puerto, eran breves dosis de un embrujo que empezaba a poseer su alma. Por fin se sentía entre los suyos. Ahora sólo tendría que trazar un plan para las próximas semanas. El propósito que la había convocado en estas tierras iba más allá de la aventura. En ese trance estaba cuando se percató de que unos ojos la inquietaban desde algún rincón del local. ¿Quién estaría observándola? ¿Acaso podían haberla descubierto en semejante lugar y con tan poca luz?

La mirada venía de un lugar más allá de lo que alcanzaban ver sus ojos con nitidez, pero quería saber quién era su interlocutor, quién se había percatado de su presencia y quién osaba mirarla sin discreción alguna. Espió nuevamente con reserva y se encontró de plano con la mirada fija de unos ojos negros que si bien no la desvestían como la de los otros hombres, parecían desnudarle toda el alma. Fijos, se clavaban en los suyos y la penetraban hasta lo más profundo. Le perturbaba el que un desconocido la observara con semejante convicción.

Había recorrido muchos kilómetros y roto demasiados lazos para tirar todo por la borda y dejarse engatusar por unos ojos negros que la observaban desde el otro lado. Quería mantenerse fría, impávida ante lo que pudiera depararle el viaje. No quería implicarse, por ahora, con nada ni con nadie.

De pronto el desconocido apareció en su mesa, frente suyo. Lo miró inquieta, pero no pudo evitar aceptarle señalándole la silla con un breve movimiento de su rostro.

- ¿A qué se debe tal compañía?
- Un caballero no suele dejar sola a una dama.
- ¿Acaso aquí hay alguno?
- ¿Acaso aquí hay alguna dama? - ¡Touché! Se manejaba bien la forastera en las distancias cortas.
- ¿Puedo invitarle algo?
- Ya me iba - dijo con ademán de levantarse.

El desconocido interceptó su movimiento sujetando con suavidad pero no sin firmeza, su muñeca - Espere, no se vaya- Impertérrita y manteniéndose firme en su intención, fijó su mirada orgullosa en la de aquél que violentaba su decisión de no entablar contacto con nadie.

- ¡Suélteme! - dijo, sin poder ocultar su acento peninsular.
- José Ignacio, para servirla …- dijo el desconocido soltándola y acercando la silla para que pudiera sentarse de nuevo.

De pronto alguien le sacudió el hombro. Era Octavio, el mercader, que lo saludaba ansioso para ver los productos que José Ignacio había traído de su viaje.

- ¡José Ignacio! ¡Vendedor de almas! Un barco zarpa mañana y con suerte podré embarcar durante la noche.

José Ignacio se incorporó en el acto. - Tengo tu encargo donde Mariana. De paso echamos un vistazo a sus nuevas niñas.

- Me caería bien, pero no tengo tiempo ya de nada- dijo Octavio.
- Adiós – dijo José Ignacio volviéndose a Jimena - la suerte quizás vuelva a encontrarnos– y alcanzó posar sus labios en la pequeña y frágil mano que Jimena no pudo negarle.

Cuando se dio cuenta daban ya las nueve. Jimena no entendía muy bien qué era lo que había pasado, si todo era suerte de la casualidad o más bien debía pensar que la habían descubierto.

¿Quién era? ¿Por qué se había acercado a ella? No podía ser por el mero hecho de ser mujer porque apenas lo aparentaba entre tanto trapo y su cara no era visible para los mortales que intentaban insinuar un rostro. Ese hombre la había mirado como si quisiera reconocer a alguien en ella; millones de preguntas se agolparon de pronto en su cabeza. La gente que se daba cita allí y aquellos a quienes el licor comenzaba a hacerles efecto, empezaban su baile de máscaras con sus rostros deformados: unos no acertaban a caminar sin tropezar, otros intentaban llevarse a alguna de las mujeres al otro lado del supuesto río para dar rienda suelta a sus fantasías cultivadas en cubitos de alcohol.

¿De dónde había salido? ¿Volverían a encontrarse? ¿Quién respondía al nombre de José Ignacio, un mercader, un negociante, un aventurero? Vendedor de almas le habían llamado. Todo en él, lo hacía misterioso. La voz melódica y pausada, la mirada intrépida e indubitable, la manera sensual de presentarse.

Jimena dejó la taberna y caminó por las calles casi despobladas a esas horas de oscuridad; no cesaba de pensar y más que caminar corría temiendo haber sido descubierta, apretando con más fuerza ahora sí, aquello que la había traído en un barco desde España y que llevaba oculto entre los pliegues de su falda.

14 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. ¿De quien huyes Jimena? Porqué una mujer que se siente SOLA, tiene que huir? No ha de ser de aquel amor.... pues dice que tiempo no sabía nada de él?, sin embargo, sabe que en España la esperan brazos, labios..... estamos hablando entonces de personas distintas......... hay alguien amado a quien no ves... y alguien de quien huyes (no necesariamente no amado) que si te espera?
    Me gustaría saber más del pasado de Jimena, hay algo oculto que se trasluce en incoherencia en las entregas..........

    José Ignacio me parece simple, fresco y directo... como todos los hombres.... básicamente simple... nada complejo, toma lo que quiere.

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  3. Este encuentro que tuvo Jimena es otra oportunidad que Dios le manda para que se sienta amada. Jose Ignacio parece ser un hombre diferente que mira solo atraves de sus ojos y no se fija en lo demas esta interesante.....Juan Sánchez

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  4. Es una de las pocas historias (que he leido) que te envuelven de tal manera que te transportan al lugar de los hechos, como si uno estuviese alli realmente viendo lo que sucede. extrañamente me senti identificado con algunas partes. esta muy interesante. Roberto Rondon Carcovich

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  5. El primer capitulo me parecio un poco lento.Sin embargo al pasar los capitulos siento que la historia ha ido tomando forma y mejorando.

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  6. Bueno este capitulo verdaderamente es muy bueno ya que te lo cuenta con cierto suspenso .
    Genial!!

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  7. Emocionante en realidad me gusto

    Atte. josy huamani valencia

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  8. Kriss, Jimena llevaba oculta una carta. Elianita, todavía no sabemos si José Igancio y Jimena se enamoran. Qué dicen ustedes. Rakel, Jimena no sólo huye, busca algo. Ya lo sabrás....
    Gracias por sus comentarios. Si nos sugieren qué pueda suceder en la historia, quizás pueda ayudar a inspirarnos.

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  9. gracias por la respuesta, x eso me gusta leerlos. Gabo jamás me respondería nada. Haber, si me parece probable que ambos ya no se enamoren.... me quedé con aquello de. ..."Ese hombre la había mirado como si quisiera reconocer a alguien en ella; millones de preguntas se agolparon de pronto en su cabeza". No seràn hermanos o algo asì.... y el ve en sus ojos... el recuerdo de una madre que se fue a España pero que antes tuvo un romance con un plebeyo y dejó un hijo en estas tierras.... no se hay algo raro allí.
    seguiré leyendo... sigan escribiendo, rk....

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  10. Rakel, la historia pretendía ir por otro lado... pero nos alumbras nuevos desenlaces posibles ... nuestros lectores nos reclaman que José Ignacio y Jimena se enamoren pedidamente, pero eso todavía no ha sucedido. Esperemos el capítulo siete en que hay un nuevo encuentro entre los dos....
    Gracias por escribirnos, gracias Kriss, a Wendy y a todos los seguidores y a la vez autores de esta historia...

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